lunes, 19 de mayo de 2014

PARA VENCER AL TEDIO DE LA VIDA

“CUERPO, CASA PARTIDA”
DE
FRANCISCO CARO

Premio Leonor 2013
Edita la Diputación Provincial de Soria





“Escribir es estar siempre esperando,/ vigilar el temor del día nuevo,/ el temblor en el goce/ que precede al incendio/ de las cosas pequeñas.” Así define Francisco Caro su vocación, misión y tarea ...de poeta en este, su hasta ahora último libro publicado, “Cuerpo, casa partida”, premio Leonor 2013 que convoca la Diputación Provincial de Soria.

Su primer libro “Salvo de ti” vio la luz en el 2006 a sus 59 años, gracias al premio de la Asociación de Escritores de “Castilla-La Mancha” e inmediatamente, saldrían “Mientras la luz” (2007), “Las sílabas de noche”(2008), “Lecciones de cosas” (2008), “Calygrafias” (2009), “Desnudo de pronombre” (2009) “Cuaderno de Boccaccio” (2010) y “Paisaje (en primera persona)”. Todos ellos distinguidos con importantes premios de poesía. Una trayectoria impresionante en pocos años la de Francisco Caro, que nació en Piedrabuena (Ciudad Real) en 1947 y reside en Madrid, donde se ha dedicado a la enseñanza de la Historia en un instituto de Secundaria hasta su jubilación. Mantiene abierto y actualizado un blog “Mientras la luz”, en el que hace crónica y reseña de los distintos actos poéticos que tiene noticia, se desarrollan y asiste en Madrid y aledaños, además de compartirnos la poesía de sus amigos y, con menos frecuencia de lo esperado, sus propios versos.

En “Cuerpo, casa partida” el poeta busca ese conocimiento del propio yo que descubre escindido, ajeno a veces, que enferma y se rompe y que hay que reconstruir sin descanso a pesar de las dudas y los pasos errados, aunque al final de todo solo quede la fotografía de un barro que se deshace sin propósito alguno.

Teniendo como pórtico el poema “Aceptado temor”, donde confiesa saber muy pocas cosas en el azar de esos días que transcurren deshaciendo mitos y en los que se hace las preguntas que dan motivo, sentido y necesidad al oficio de escribir, el libro consta de dos apartados centrales, “La parte izquierda de mi casa” y “Alguien levantó círculos” para terminar con el epílogo “Abandonar la casa”. Son poemas que caen como “pedazos de la piel que me creciera/ en los días de espuma” nos dice el poeta un nueve de enero “sobre un tiempo que busca o que persigo”.

La poesía de Francisco Caro contempla la sorpresa, “su menudo decir y su sosiego” y se alimenta de la admiración y la escucha, en la memoria de un mundo exterior e interior donde crecen grises claridades “cuando escucho del tedio que la muerte/ puede ser el milagro/ en los labios sin prisa/ de aquel que aún ama”.
De sus muchas lecturas ( Anna Ajmátova, Agustín de Hipona, Miguel D’Ors, Blas de Otero, Jorge Guillén, Georg Trakl, Paul Éluard,….), de esa acumulación de vitaminas del pensamiento y la literatura que nos deja la tradición (leer como “escribir es hablar con un difunto” en alusión a Quevedo), se alimenta su verso para nombrar el esplendor del mundo, “porque el mundo renueve/ su belleza y mis ojos.”

Nada sobra, nada es superfluo en este libro, “me devoraba el águila todo lo innecesario/ lo más ineficaz para el poema, las palabras.” porque Caro “conoce bien la alta/ fertilidad que es el silencio” y lo sabe, como nadie, recoger para abonar esos “signos con que vencer, junto a los otros, el tedio de la vida”.

Para todo ello, para ser el hombre que nace cada día, a pesar de que en el momento más inesperado el corazón pueda romperse y ceder el hilo que nos sujeta a la vida, a Francisco Caro, poeta, “le gustaba escribir/ en la arena palabras muy hermosas/ como labios,/ escribir, por ejemplo: poesía.”

Os copio, para vuestro disfrute, uno de los poemas del libro:

SIN CONOCER MÁS PESO

Cuando admiro
cómo pasan las noches
en los campos de pluma
sin conocer más peso
que su memoria esclava

cuando sigo
encerrado con lápices que vieron,
delatores,
sin que se alivie
ni calme el huracán de lo que guardo

cuando crece,
intensa, diagonal,
la aridez de lo escrito, de su norma,
muy adentro de mí, y hace grieta

cuando escucho del tedio que la muerte
puede ser el milagro
en los labios sin prisa
de aquel que aún ama

entonces sé
que en las palabras soy
tan sólo la mitad de cuanto fui,
que el resto huyó
tentado por el grito de otra carne
y una boca viciada en la leyenda
voces que han rebanado,
rebañado,
la mitad de mi tiempo, de mi cuerpo.

(Del libro “CUERPO, CASA PARTIDA” de FRANCISCO CARO
Premio LEONOR 2013, Edita la Diputación Provincial de Soria)
 
 

viernes, 16 de mayo de 2014

EL QUINTO ELEMENTO


“EL RUIDO DE LA SAVIA”

DE

PEDRO ANTONIO GONZÁLEZ MORENO

 
 
Colección Universidad Popular
Ayuntamiento de San Sebastián de los Reyes
Premio Nacional de Poesía José Hierro 2013

 

Con las palabras es posible construir, construir siempre sin prisa y contra el miedo, nos asegura Pedro Antonio González Moreno en su último libro de poemas publicado  “El ruido de la savia”, por el que recibió el Premio Nacional de Poesía  “José Hierro” en el 2013. Es este su sexto libro de poemas publicado, todos ellos jalonados con importantes premios, además de tener parte de su poesía antologada en el volumen “La erosión y sus formas” publicado por Vitruvio en el 2007.

 

“El ruido de la savia”, en las cinco partes en las que se divide el libro, es un homenaje a sus raíces manchegas, a la raíz de donde creció su poesía, a la raíz de la que partieron sus sueños y sus amores y sus desengaños, es el aire donde se edifican los cimientos de su vuelo.

 

No heredé más que un patio donde al caer la tarde era dueño del mundo, y esa herencia agradece y canta con el recuerdo y la memoria de los suyos, gente sencilla, trabajadora, apegada a la tierra y sus labores, entregada a su casa construida entre sudores mientras cavaban fosas para sus sueños y surcos a la exacta medida de sus sombras.

 

Y en esa tierra y entre su gente empezó la savia a susurrarle su canción al oído y fue aprendiendo, más que el cuidado de la vid y el uso de la llana o el trabajo de arriero, el oficio agridulce de poeta. …mientras alguien recogía, a espuertas,/ escombros por la casa,/ yo recogía avariciosamente/ hebras de claridad/ y las iba guardando en los armarios/ o en aquellos poemas escritos a escondidas.

 

La poesía, ese quinto elemento sin el que a algunos nos es imposible vivir, que no transcribe la realidad ni la traduce, sino que convierte nuevamente en savia la madera, es el viaje que Pedro Antonio inició desde niño, en casi un acto de heroísmo, que le ha llevado a perderse no pocas veces la vida, por encontrarse a sí mismo. La poesía, con la que quiere hacer que cada nombre se reduzca a su ascua, una chispa un relámpago más allá del lenguaje, y acaba comprendiendo la inutilidad de su esfuerzo y lo que queda: una voz para nadie.

 

Al final sólo le redime asumir que el poema es el cuerpo sagrado del amor, pero también los bordes exactos de la herida. Amor (cubriré despacio tu cuerpo de palabras) y dolor (para que se haga casi soportable tu ausencia) que, en definitiva, dan sentido a las palabras y llenan nuestra copa en la vida, como si el vino (o la poesía) fuese una última forma de esperanza.

 

Un libro excelente que bien merece nuevas relecturas y del que os dejo el poema que le da título:

 

EL RUIDO DE LA SAVIA

 

Se oía entre los trastos
mohosos del desván, se propagaba
como una procesión de hormigas rumorosas
por las estanterías, por los muebles
y por todas las puertas de la casa,
como si en la madera
ardiese aún la brasa de una antigua memoria.

Era un ruido de cal, un hervidero
de arroyos, como un cauce
que no arrastrara agua sino música sólo.
Brotaba de la higuera,
desde allí se extendía por todos los rincones
y se iba adueñando despacio de las cosas.

Era la savia. Su canción no escrita
que iba tejiendo lentamente el aire
con el hilván de su murmullo. Era
el fragor de sus fuentes, su voz interminable
fecundándolo todo. El viejo oficio
de la savia, su música invasora,
su verde voluntad de construir.

 

(De “El ruido de la savia” de Pedro Antonio González Moreno, publicado por el Ayuntamiento de San Sebastián de los Reyes en su colección Universidad Popular, tras ganar el Premio Nacional de Poesía José Hierro 2013)