miércoles, 8 de diciembre de 2010

RUMOR MATERNAL

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TEMPORADA DE FRESAS
de PILAR PARDO
SILTOLÁ POESÍA 2010


Temporada de fresas es el primer libro de Pilar Pardo (Murcia 1964). Poesía de lo cotidiano escrita con un verso sereno, medido, transparente, fresco, preciso e intenso, donde la claridad no está reñida con la profundidad y belleza de su sentido.
Dividido en cuatro partes (La llamada, Mientras convalecías, Temporada de fresas y Alta mar)sus poemas nos hablan de poesía y amor, de todas esas cosas con que la vida nos bendice, sin ruidos, "en el cauce secreto de lo leve".

Pilar nos regala un libro que no nos deja indiferentes, en el que se constata la exigencia que la palabra impone a quien se deja seducir por ella, pero que tiene el premio en esos "rescoldos del incendio" que nos enseñan a traducir las sombras.

Como ejemplos de esta poesía que se lee y relee con gusto copio dos poemas:

EL AGUA

El prodigio mayor
no está en su transparencia.
Ni en el modo en que regala frescura
a cuanto tiene vida.

El agua es la mirada,
es el ojo inocente que contempla
su propio rastro errante sobre el mundo.
Es la copia viajera, es un reflejo.

El rumor que no cesa de revelar secretos
sin traicionar a quienes los contaron.


LA VERDADERA FUERZA

Todos piensan que el monte permanece
recio y triunfal
porque su corazón se hizo piedra.

No saben que lo salva del abismo
un incendio de amor que lo recubre:
arbustos y enramadas no cejan en su abrazo

salvándolo de ser
roca en caída libre.


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sábado, 18 de septiembre de 2010

"PIEDRAS AL AGUA" de ANTONIO CABRERA

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“No sé si pronunciarlo./….. Cuanto pueda decir va a desmentirse”. “Piedras al agua” de Antonio Cabrera es un buen libro de poemas. Es el cuarto de los suyos, recordemos que anteriormente publicó “En la estación perpétua” (2000), que fue Premio de la Crítica, “Tierra en el cielo” (2001) y “Con el aire” (2004).

Antonio Cabrera nos ofrece una poesía reflexiva, meditativa, quizás en exceso metafísica a veces, pero sin dejar de lado una contenida emoción, pues comparte con Unamuno su poética de “pensar con el sentimiento, sentir con el pensamiento”.

El libro consta de tres partes o bloques temáticos, en el primero pone sus ojos y su verso en “El alrededor”, título del primer poema del libro, una realidad externa, el paisaje, que es lugar y tiempo, “lo que dura invencible” donde, nos dice, “escucho mi respiración, la voz/ que entrego a todo/ y me es devuelta/ como si ya no fuera mía.” A este primer movimiento pertenece el excelente poema que da título al libro “Piedras al agua”.

En la segunda parte nos deja composiciones que hablan del dolor y la memoria, de los afectos a personas cercanas y de la evocación y análisis lírico de esas cosas que hacen su vida cotidiana, en poemas como “Monedas sobre la mesa” sobre las que medita: “Para perpetuarse, esas monedas/ ya tienen sus milímetros;/ no su valor, sino su faz redonda./ Qué diferente tú/ -de aleación tan débil,/claudicante/ en medio de tu espacio transitorio”, “El espíritu de la casa”, “Distraido”, “Luz de flexo”, y “Poema de cumpleaños”.

Vuelve el poeta en su tercera parte la mirada al exterior, esa mirada que contempla naturaleza y arte para constatar que “Los dioses no están dentro de nosotros,/ no pueden ser nuestra melancolía”. De este bloque final destaco “Anotaciones en un cuaderno de campo” “Lo que la tarde junta” “Cementerio de Peliceira” y el que ahora os copio:

“SIGNIFICADO DEL CORZO”

El corzo que aparece
por detrás de un acebo,
sutil en el espasmo de sus músculos,
cándido en su color, en su contraste,
pulcro, delicadísimo, nervioso,
tan rápido llegando a ser de nuevo,
sin línea de silueta, reventada de pronto
su burbuja de estar,

señala a lo intocable, significa
que importan los instantes,
los malditos instantes.


En este libro, os digo, he encontrado “Páginas, párrafos/ y frases que entendí/ relucen.” y también “Lo resistente, lo que no he comprendido, recibe un rayo igual – bellísimo e inútil.”
Pero que no lo cubra el polvo.

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jueves, 22 de julio de 2010

HILARIO BARRERO Y LA MUERTE ACECHANTE EN NUEVA YORK por ONEIDA M. SÁNCHEZ

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En el título de esta ponencia se unen los dos vectores que definen la dirección y el sentido que forman el mundo poético de Hilario Barrero: el espacio emocional y el físico. Para Barrero, no importa el tema, la mortalidad del ser humano es el hilo que une e iguala a todos los seres vivos. Con la ecuación vida-muerte siempre presente su ciudad adoptiva, Nueva York, se convierte en el medio para comunicar esta verdad existencial que aunque no queramos enfrentarla es una realidad siempre vigente.

Según nos dice el poeta en su artículo “Un sueño de ruinas y de ortigas:” “En Nueva York todo es posible”, “Manhattan es la isla que nunca duerme”, “Pero Nueva York es también Brooklyn donde la ciudad duerme al filo de la madrugada entre las grises losas de pizarra de las aceras, o en el lujoso cementerio de Green-Wood.”

Es en este mundo alucinante y cotidiano a la vez donde el estado mental y la postura espiritual del poeta producen sus poemas. En algunos, Nueva York está implícito, sus habitantes son motivo poético; en otros, la ciudad es fondo o es la inspiración del poema. La muerte compañera constante.

Al primer grupo pertenecen “Seize el día” y “Subjuntivo” poemas inspirados por los alumnos de BMCC, donde Barrero lleva a cabo su labor docente. El espacio vital limitado por el nacimiento y la muerte se desarrolla en “Seize el día.” Usando el sonoro “espanglish” en la primera estrofa, el poeta nos muestra la alegría despreocupada de la juventud:

Todos vienen del ghetto,
admiran a Selena
quieren sacarse el Lotto,
son pesadas sus sombras,
grises sus biografías,
visten de polyester con ropa made in China,
pies ligeros de Adidas
y sonríen con dientes en andamios
granos en sus mejillas
grasa sobre su frente.


Continua, el resto del poema, en español castizo, medita, en la segunda estrofa como la promesa de vida va de la mano de esa alegre despreocupación que caracteriza a la juventud. Prosigue reflexionando sobre el irremediable paso del tiempo que en el futuro llevará a estos jóvenes hacia la decrepitud senil. Termina con el contraste entre la juventud y la vejez dos puntos distantes pero inexorables en el camino de la vida hacia la muerte. Lo mismo sucede con el poema “Subjuntivo.” La ansiedad de vida de sus alumnos lleva al poeta a meditar sobre el paso de la vida y a recordar su impaciencia en su juventud:

Pero hoy tienen prisa, como la tuve yo,
por salir a la noche, por disfrutar la vida,
por conocer el rostro de la muerte.


Su vecina Mrs. McLaughlin le inspira tres poemas que muestran las tres etapas de la vida: el pasado activo, el presente decrépito y la visita esperada/inesperada de la muerte. En “La Brigadista” la metáfora inicial de la primera estrofa une el pasado y el presente. El primero surge en el espejo de su activismo político actual que es estar contra todo:

A los ochenta y siete salió en The New York Times
siendo arrestada al protestar
por una de las guerra del Sr. Bush.
Una fotografía que la hizo feliz
y que envió con orgullo a sus amigos.
Su cuerpo es un graffiti que camina:
lazos negros, azules, amarillos…
una gorra por una pacifista
encarcelada en una isla del Pacífico
insignias por la paz, por focas maltratadas,
tigres en extinción, lesbianas transformistas,
por total amnistía, por un mundo más verde,
una bufanda roja por un oscuro político de izquierdas…


pero que en realidad refleja su soledad existencial en una vida que con tanta preocupación social ha resultado yerma y vacía.

Este desierto espiritual se manifiesta en “Early Sunday Morning” cuando los tres símbolos de la incomunicación: el gato, el licor y la lectura junto a la hora, siete menos cuarto de la mañana, y el día, domingo, forman el cuadro desolador que es la vida de esta anciana. Ambiente que el poeta acentúa al precederlo con la descripción de un bello amanecer que recuerda a un cuadro de Edward Hopper, a quien está dedicado el poema. Finalmente, el poema “Mrs. McLaughlin” presenta el momento final. El lenguaje lleno de imágenes unidas sólo por la coma recrea el ambiente de premura y confusión de los primeros momentos al descubrir la muerte. En seguida, en un solo verso la inmensidad de la soledad del acto de morir: “Se murió sin nadie aquella noche.” Después el recuerdo frágil modo de trascender:

Con una letra de colegio de monjas
su nombre de tinta verde se desvanece
en el libro de Irlanda que nunca devolví
y que ahora contemplo como quien mira a un muerto.


El poema “Un Día” es el compendio de la sencillez de la vida cotidiana, universalizada en la persona del autor:

Aquí estoy, profesor
de básico castellano
en la ciudad de Niuyork.
Ya no sé si toledano,
español o americano,
con tanto tiempo vivido
y tanto tiempo perdido
entre moros y cristianos.


quien en su indeterminada identidad capta primero el alma del “newyorquino” y segundo la esencia del ser humano en general. La vida cotidiana con sus rutinas y sus peligros, que hace al poeta meditar sobre el paso por la vida que se va en ese diario vivir que es fútil y ordinario, pero que cada día nos acerca al inevitable final: “Nacer, crecer y morir- y encontrarnos con la muerte- que nos sale a recibir.”

Al igual que los poemas anteriores, aquéllos en que Nueva York aparece como trasfondo o como parte íntegra del poema también muestran al ser humano a la merced de la inseguridad de su existencia.

El poema “Seventh Avenue corner Berkeley Street” ofrece esta contradicción de la impotencia del ser humano ante las fuerzas misteriosas que rigen su trance vital. La visión inicial de un joven esperando por el ser amado presagia la vida. Además, el joven está rodeado por símbolos de la misma: flores, luz, árbol. La mañana símbolo clásico del nacimiento es doblemente alegre pues es: “la gloriosa mañana de domingo”.

Los tulipanes son rojos, color de la sangre, que es la vida misma. La luz es de Hopper, referencia a las escenas cotidianas pintadas por dicho autor, pero al mismo tiempo es una referencia a la luz en movimiento que también es señal de vida. La simbología de vida en potencia se triplica en “el cerezo en flor”.
Primero por ser árbol. Segundo porque la flor es, al mismo tiempo, vida en sí misma y presagio del fruto. Además en este caso, el árbol florecido es parte de una casa; es decir, pertenece a la estructura física donde reside la familia. Unidad social que crea y protege la vida.

En este ambiente de esperanza el joven espera: “con un ramo de flores amarillas” con el que entra la presencia de la muerte en el poema. Estas flores, aunque vivas todavía, al ser cortadas para hacer el ramo han perdido su potencialidad de vida; por otra parte, el color amarillo trae a la mente la señal de enfermedad, de epidemia; y en las culturas indígenas mesoamericanas, la flor amarilla es símbolo de muerte. De allí que la imagen final esté cargada de pesadumbre y no de esperanza:

Un nuevo amor que nace tan temprano
y en domingo debería gozar
de una luz avanzada y larga vida
y no morir al mismo tiempo que las flores.


Al igual que el poema anterior, “Carrozas” presenta el contraste entre la vida y la muerte. Tomando como trasfondo el mar humano que se pasea en la famosa Quinta Avenida de Nueva York, el poeta contrapone la vida a la muerte a través de la apariencia física de unos y otros. En este camino implacable hacia la muerte ni siquiera el amor es capaz de vencer a la muerte:

Viéndoles desfilar, cercano a tu frontera,
nombrando aquel verano en que nos conocimos,
mi sangre negativa se calcina, amenazada,
sintiendo a la Guadaña que, arañando mi cuello
con su incesante herida, nos recuerda
que para algunos éste será el último desfile.


Antes de analizar el poema “Easter Sunday en Green Wood” hay que señalar que Green Wood fue el primer cementerio panorámico de la ciudad de Nueva York; además, fue la inspiración para construir el Central Park, por lo que este bello lugar de Brooklyn ha llevado desde su fundación la realidad de la convivencia entre la vida y la muerte. Es ante esta realidad que el autor al estar presente en este cementerio en un Domingo de Resurrección, día en que en la cristiandad la vida vence a la muerte, nos muestra una naturaleza desesperanzada: “La mañana amanece embalsamada,/ arropada en el sucio sudario del invierno.”

Como vemos, es la mañana símbolo del renacer ya vencida por la muerte simbolizada por el invierno quien a su vez provee los ritos funerales. En este ambiente lúgubre florece el amor, que se vuelve un bálsamo ante la realidad mortal del poeta, pero no su salvación:

Imposible vivir sin tu mirada
y sin la tiranía de la voz de tu cuerpo que me obliga
a seguirte obediente hasta el sepulcro de tu hoguera.
Saber que eres mi tierra y mi mortaja,
poseer un aliento de almohada
donde dormir por siempre y a tu lado
es todo lo que pido y necesito.


El poema “Sábado santo en Prospect Park”, se divide en tres partes; la primera y la última corresponden a las unidades exponente y condensante respectivamente y están formadas por dos versos cada una aunque no están gráficamente definidas. El título, día antes de la resurrección de la humanidad a la vida eterna, junto con el primer verso: “Posiblemente Dios ha muerto,”
establece la incertidumbre que el hombre siente ante todas sus creaciones, incluso and sus creencias religiosas; además introduce la omnipresencia de la muerte.

El uso del lenguaje común en el título y en los dos versos iniciales preparan el camino para la combinación de imágenes y metáforas en la unidad analizante. El segundo verso del poema y primero de esta unidad: “pero en el parque este sábado santo” une estas dos unidades. Primero, el uso de la conjunción adversativa “pero”, que indica oposición, establece el puente entre los dos componentes del binomio vida/muerte; que en este caso se presenta como muerte/vida. Además, proporciona la continuación del pensamiento que comienza gramaticalmente en el verso uno y termina en el cuarto:

Posiblemente Dios ha muerto,
pero en el parque este sábado santo,
después de la batalla del invierno,
en la hierba de abril un torso resucita.


El poeta continua creando imágenes en las que un elemento de la naturaleza introduce una parte del cuerpo humano; enumeración que lleva al oxímoron que ocupa el verso 11 en esticomitia y que junto al lenguaje común del verso 10 exponen la intensidad de la pasión carnal sentida por el hablante: “y mi mirada asedia su belleza:/ yacente cristo de encendido mármol”. Al escribir Cristo con minúscula, el poeta humaniza la figura divina con lo que realza aún más la condición natural de su frenesí.

La segunda estrofa se divide en dos partes simétricas complementarias. La anáfora de la conjunción copulativa “ni” enlaza las cuatro imágenes que forman la enumeración que apoya la afirmación del verso 16: “me enseñan el momento, lo frágil de la vida.” Así mismo, las imágenes de los versos 17 al 20 enumeran los elementos de afirmación vital que llevan a la aseveración en el 21: “la razón del vivir, la respuesta de la muerte.”

En la tercera estrofa el hablante se dirige al sujeto de su admiración y lo incita a abandonarse a la pasión carnal. En los cuatro versos iniciales, el autor crea una serie de metáforas en las que parea símbolos de muerte: invierno, hielo, alquitrán, hoguera, con verbos que aluden a la pasión erótica: deslice, desnúdate, entrégate, con esto logra recrear la coexistencia de estos dos elementos contradictorios y complementarios en la naturaleza y en la realidad vital del ser humano. Por una parte, la cópula, al crear vida, produce muerte. Por otra, el coito por su naturaleza de coadunación puede ser vehículo de transmisión de muerte por sí mismo. En los versos 5 y 6 la ecuación imaginativa pasa a ser imagen, el poeta cambia los elementos de muerte por símbolos de vida: césped, luz y los verbos de función erótica en nombres de referencia mortal: muerte y sepultura: “presta al césped tu muerte/ y mide con tu luz su sepultura.”

Finaliza el poema invirtiendo el orden temático de la unidad inicial. La incertidumbre que el poder de la muerte expresa en el primer verso del poema se agudiza al comenzar la unidad final. El “Posiblemente Dios ha muerto” se convierte en “Si Dios murió en un viernes”.
El cambio de “posiblemente,” que posee vestigio positivo de hacedero, da paso a la incertidumbre implícita por el uso de la conjunción “si”, duda que se refuerza con el artículo indeterminado “un”. A esta inseguridad, el poeta contrapone la certeza de la realidad “tú estás aquí…” y completa el pensamiento “en sábado de gloria”. Al revertir el “Sábado santo…” del título del poema a su forma antigua de sábado de gloria, el poeta aleja la implicación de recogimiento y muerte que tiene la denominación actual de este día de observación religiosa. Además, incorpora la idea de alegría y goce por haber alcanzado el cielo que tiene el nombre original y al darle exclusividad individual lo transforma en reafirmación de la vida.

Como ya se ha dicho al principio, en la poesía de Hilario Barrero, el espacio real, en este caso Nueva York, provee el medio que hace posible mostrar la gama de sentimientos negativos y positivos que experimenta el ser humano. Para ello el poeta crea, según sus propias palabras, un lenguaje en:

“Que cada palabra no escrita se lea, que cada silencio se oiga, que cada ausencia se presienta, que lo oscuro tenga luz y que no falta ni sobra nada, que agobien las imágenes pero que no traicionen.”



Oneida M. Sánchez

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miércoles, 16 de junio de 2010

SELECTED POEMS DE JUAN ANTONIO VILLACAÑAS COMENTADO POR HILARIO BARRERO

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Selected Poems
Juan Antonio Villacañas.
Traducidos por Michael Smith y Beatriz Villacañas. Edición de Luis Ingelmo.
Shearsman Books, Exeter, 2009.

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Entra en mi casa y roba: la mano que acaricia lo creado.

El libro, de entrada, es un acto de justicia y de desagravio, es también un acto de amor de una hija profesora y poeta hacia la obra del padre. El libro está dedicado a la esposa del poeta, Antonia Palomo, dedicatoria que deja constancia, redondea y cierra el círculo matrimonial y afectivo con la presencia de la mujer, que fue musa en ocasiones y que le acompañó en la vida y en la poesía, en los buenos tiempos y en los malos. Pero es, sobre todo, un meticuloso e inteligente recorrido por la poesía de un poeta que, reflejada en el espejo de la palabra prestada, sale de su ámbito provinciano, del hondo olvido de la indiferencia a la que muchos la tenían sometida y se alza gloriosa y sin fronteras a la conquista de otros corazones, otros ojos y otras estéticas.

Selected Poems de Juan Antonio Villacañas es una antología bilingüe con poemas seleccionados de entre los libros más representativos del poeta toledano.
La obra poética de Juan Antonio Villacañas (Toledo, 1922-2001) está compuesta de unos 35 libros de poesía, dos de prosa y numerosos poemas sueltos, todavía por recopilar, publicados en revistas y periódicos. Destacamos Marcha destriunfal (1960), Sala de juego (1964), La llama entre los cerezos (1965), Los sapos (1968) y Sublevación de la melancolía (1997). Poeta “de los de siempre”, dominaba con la misma maestría el soneto o la lira (a la que adoptó en los años finales de su vida) como el verso libre. En cualquier medio de expresión la fuerza metafórica, las rimas, la musicalidad, el ritmo, la riqueza e impulso de la palabra, la autenticidad de sus ideas, le convierten en un poeta único, imposible de encasillar, irrepetible.

Uno, que cree conocer el mundo humano, poético y vital del poeta (con el que mantuvo una amistad por algunos años cuando ambos vivían en Toledo) descubre, al leer las notables traducciones de la poesía de Villacañas en otra lengua, lo que ya sabía: que la buena poesía es buena en cualquier idioma porque transciende fronteras y nos da ideas que conectan con la esencia de la poesía, con los temas de siempre: amor, muerte, vida, Dios, universo, carpe diem, collige virgo rosas. Temas que Villacañas desglosó y tuvo presentes en su obra. Uno siente una honda satisfacción cuando, sin mirar el texto original, lee las traducciones y siente que la poesía de Villacañas, que escribió encerrado y ahogado en una ciudad en aquel entonces opresora, ramplona y envidiosa, se saltaba obstáculos, liberada de municipalidades y políticas y volaba libre enlazándose con poetas de otras nacionalidades. Una poesía unida por la consistencia y la autenticidad de una vida y de una vocación. Una poesía conectando con el valor universal de las ideas.

Como muestra me detengo y copio, en los dos idiomas, un poema escrito entre 1969-1971 del libro Cárcel de la libertad y titulado "Juan reza en Nueva York. 31 de agosto":

Porque su manos eran manos mías,
Señor, perdona a Juan.
Perdona
al corazón,
al viento y a la noche.
Ya está sola
la voz en su retiro humano.
Toma,
Señor, a Juan.
Asiste a Juan en Nueva York, Reforma
la voz en su retiro humano
ahora
que Juan es negro,
sin que a otro Juan respondas.
Desvestido está Juan, Señor.
Sus ropas son mis ropas.
Déjale que te goce,
si te goza.
Señor, entra en mi casa.
Y roba.


(Because his hands were my hands, / Lord, forgive Juan. / Forgive / the heart, / the wind, the night. / Now the word / is alone within its human haven. / Lord / take Juan. / Assist Juan in New York. Reshape / the word within its human haven. / now / that Juan is black, / answering to other Juan. / Juan is undressed, Lord. / His clothes are my clothes. / Let him enjoy you, / if he will. / Lord, enter my house. / And steal)

Hay traducciones que son, a veces, una traición, otras un espejo en el que el traductor se refleja en la poesía del traducido, otras un mero ejercicio formal de literalidad y otras una reflexión torcida y opaca. Selected Poems tiene la suerte de contar, por un lado, con la participación de la hija del poeta y, por otro, con el magisterio del prestigioso poeta y traductor Michael Smith, que conoce como pocos la literatura española y que está considerado como unos de los mejores traductores que existen en la actualidad. Su autoridad y su lucidez hacen que el libro tenga un perfecto equilibrio que se balancea entre lo emocional y lo literario, entre la lealtad familiar y la profesionalidad, entre la fuerza de la sangre y la de las ideas.

Villacañas fue una persona generosa y cordial, pero sobre todo un poeta en el más hondo sentido de la palabra, un poeta de siempre, de ayer y de mañana. Un poeta que todavía está por descubrir; esta antología es el primer escalón hacia el conocimiento del poeta. Un poeta que en vida, a pesar de premios y triunfos, no fue lo suficientemente reconocido y ya empiezan los homenajes a su obra y a su vida como ha sido el descubrir una lápida en la casa donde nació. En sus últimos años, como hemos dicho, la “crítica” le volvió la espalda. Pero él siguió fiel a lo que fue su pasión: la poesía. Una poesía que tiene la fluidez de un río, la serenidad de un día de otoño, la fuerza de un volcán, la hondura de la noche, la fachada de una catedral gótica y la luz que debe haber en la mirada de Dios. Una poesía metafísica aireando temas transcendentales pero arraigada en la tierra. De ahí su universalidad.

Selected Poems, publicado en la prestigiosa editorial Shearsman Books en Exeter United Kingdom, ha empezado a horadar y a soterrar el hondo e inexplicable silencio al que tuvieron sometido al poeta en vida. El poeta ha comenzado a sentir una caricia. Y está salvado.

Y luego resulta que eres tú,
tú, la eternidad en que yo muero,
la mano que me acaricia
después de todo lo
creado
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miércoles, 26 de mayo de 2010

PRESENTACIÓN EN LA BIBLIOTECA DE GUADALAJARA DEL LIBRO "LOS ÚTILES DEL ALQUIMISTA" DE JESÚS JIMÉNEZ REINALDO

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El poeta que hoy visita esta Biblioteca Pública , Jesús Jiménez Reinaldo, es un amigo de nuestro Taller de Poesía desde que el 30 de Enero de 2008 presentase en Guadalajara el nº 23 de la revista “Luces y Sombras” que dirige y en cuyo número colaboraron dos componentes del Taller. A partir de ahí hemos gozado de su palabra, de sus versos y de su compañía en otras dos ocasiones y seguido con interés las noticias de su quehacer literario, jalonado con no pocos premios y reconocimientos que sería largo enumerar. Nació en Tudela (Navarra) en 1.962 y es licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Zaragoza y desde hace 8 años trabaja como profesor de Lengua y Literatura en el Instituto Europa de Rivas Vaciamadrid. Hoy está con nosotros para presentarnos su segundo libro de poemas publicado “Los útiles del alquimista”, ocho años después del primero: “La mística del fracaso” editado por Devenir.

“Los útiles del alquimista” está formalmente estructurado en cinco partes o libros, con un poema inicial que introduce el conjunto “Autorretrato” y otro poema que lo cierra “La ceremonia”. Ya desde ese primer “autorretrato”, en el que se define como “voluntad de viento y fuego” que no quiere llegar a convertirse “en el amor no consumado, el cuadro no pintado, el cielo no alcanzado” nos muestra Jesús su inquietud y amor por la palabra, por la belleza que tiene un fin en sí misma, y es búsqueda de un sentido profundo y siempre recreado, desde una vivencia interior, poesía como forma de conocimiento y autotransformación, para descubrirse a sí mismo y captar todas las cosas de nuestro mundo, tal como nos enseñó Juan Ramón Jiménez.

El primero de los libros y el que da título al conjunto de la obra se llama “Los útiles del alquimista”, y en él vemos ya toda la rica simbología sobre la que se cimenta la poesía de Jesús. En él los cuatro elementos de la naturaleza, que fundan y componen todo el cosmos: aire, agua, fuego y tierra, están conscientemente representados y vividos, son los útiles de este poeta que hace su alquimia con las palabras, alquimia que como sabemos está estrechamente relacionada con el hermetismo, al que Jesús no renuncia, siempre y cuando éste nos lleve, con el agua de su Ebro natal, a una luz reciennombrada. “Vienes de muy lejos para verme, para pasar silencioso y cauto por mis ojos”. El tema del amor está presente desde el principio en sus versos y nos acompañará en toda la lectura, con su necesidad y su sencillez y su complejidad también, “el amor es complejo para los enamorados y los niños: si no te alcanza, te quema su ausencia; si te devora, te reduce a cenizas” nos asegura. Ese amor que Jesús canta “con un fuego de costumbre y un licor de amores esenciado”, sin ocultar que no pocas veces “hay un lejano sabor a derrota luminosa, salvaje, en tus ojos y en los míos” antes de comprender que tras esa lucha vital que busca eternizarse en cada ser humano –nos confiesa- “no valgo más que el afán de ser nube”.

La segunda parte lleva por nombre “Es de altanería”, un conjunto de veintitrés poemas curiosamente ordenados por orden alfabético de títulos, donde el amor vence a la muerte, tal como ya anunciara el Cantar de los Cantares. Pero este amor debe esforzarse en mantener viva la savia en su tronco y el verde de sus hojas, porque si no “todo se pasa, también el amor sin fruto y sus flores pasionales” nos advierte el autor en su bello poema “Carmen”. El deseo, que también es esencia de nuestro sujeto poético es representado, apoyándose una vez más en claras referencias bíblicas, por la serpiente “La que habita en mis sueños es tenaz, discontinua, terrible en su tamaño y antojadiza como dragón antiguo” nos dice. El amor pues pasa por muchas vicisitudes, cambios y malentendidos y sin embargo acierta al quedarse con lo bueno, con las cosas sencillas que lo perpetúan: la risa alegre, el licor de los dioses, un rumor de jilgueros, y al dejar a un lado, olvidados, sus demonios “Pero calla, amor mío, que no despierten los dragones que guardan los sinsabores. Bésame y calla.”

“Juegos de amor en el espejo” se llama la tercera estancia, dividida en dos secciones “En el espejo” y “Juegos de amor”. En el espejo el hombre ve y constata las miserias de su vida cotidiana, “no temas mostrarte sin prendas delicadas…ya no sirve el pedestal en las ruinas” y nos avisa “de que somos mortales y mentir no conviene a una vida tan corta.” Mientras que en los Juegos de amor agradece y disfruta el estar con la persona amada, con una exaltación de los sentidos que nuestro autor perfila recreándose en cada uno de sus versos.

En “Veinte días de julio” – cuarto libro- nos habla del dolor, de la vida que se apaga, de la muerte que le toca cercana, familiar. “Es breve el devenir del cielo al suelo” señala en el primero de sus emotivos poemas. Estos versos escritos en las fraguas del dolor le desvelan sus propios miedos y su impotencia ante lo desconocido e inevitable, pues ante esos asuntos graves – la muerte, la soledad, el miedo- “no tengo valor suficiente para encarar lo oscuro” confiesa en uno de los mejores poemas del libro titulado “Retorno a antesdeayer”. Y aunque es conocedor de que “somos seres de paso, un leve aliento entre la luz y la sombra” Jesús no se abandona, sin embargo, al pesimismo y nos da razón de la esperanza, “que el mundo es bello, y pleno, como siempre”.

Por último en “Solitario cardumen del deseo” Jiménez Reinaldo se torna hombre de la calle y reinventa el mundo en el presente con una poética vital abierta al hombre contemporáneo. Vive ahora el amor en un mundo vertiginoso donde no admite pausa e incinera a su paso a quienes un día creyeron en sus labios. Un mundo deshumanizado de cielos metálicos donde nos dice que “nadie me miró a los ojos, ni se apiadó de mi necesidad de lluvia”, en un poema hermosísimo como es “Épica para diletantes”. Pero una vez más da capote al pesimismo y nos regala su “Invitación a la esperanza”, con este deseo propio de un creador consciente de la importancia de una mirada virgen: “Quién pudiera mirar de nuevo el río, solo otra vez, por vez primera.” Todo ello antes de la ceremonia con la que Jesús resume y cierra esta obra, que al fin y al cabo es su discurrir poético a lo largo de ocho años de intrahistoria personal y de amor a la palabra.

“Los útiles del alquimista” es pues un libro que hay que leer y releer despacio, dejándose llevar por la fuerza y la belleza de sus imágenes, adentrándose en lo profundo de su sentido, cruzando el cosmos sobre este verso libre con el que Jesús Jiménez Reinaldo arriesga en cada una de sus páginas, confiado en poder mostrarnos la flor oscura del terciopelo en la aurora.

Acompañan a esta cuidada edición, de la Fundación María del Villar de Tafalla, con pastas y tipo de letra en verde, un epílogo a cargo del hispanista americano Dr. Robert Simon de la Unviersidad Estatal Kennesaw de Georgia EEUU y las ilustraciones de Liliana Elsa Fichter, dibujante, pintora y grabadora argentina que hacen también de este libro una obra de arte. Y no quiero cansaros más ni impacientar al autor, al que dejo la palabra y para quien pido un fuerte aplauso.

sábado, 20 de marzo de 2010

"DIRECCIÓN BROOKLYN" DE HILARIO BARRERO por José Garés Crespo

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DE GABRIEL MIRÓ A HILARIO BARRERO, PASANDO POR CERNUDA.

Dirección Brooklyn es el cuarto volumen que publica Hilario Barrero con este formato de diario. Los tres anteriores son, Las estaciones del día, De amores y temores, y Días de Brooklyn.

Dirección Brooklyn es un libro que, aunque formalmente está secuenciado como un diario en el que va anotando algunas observaciones y reflexiones sobre algunas de las cosas u hechos que le rozan, Barrero aprovecha, en ocasiones, de forma aparentemente aleatoria, cualquier detalle para, en un continuo flash-back, transformar el diario en un libro de memorias cuyo hilo conductor no son los días que durante su vida, desde la infancia hasta la madurez, recuerda haber vivido, sino los días que mientras escribe vive ahora y en Brooklyn, su actual residencia, confirmando lo que decía J.P. Lavall, “Escribir de otros es una forma, de las muchas que hay, de escribir sobre uno mismo”.

De esta manera, Brooklyn aparece como un telón de fondo sobre el que los personajes, que son la mirada y los recuerdos de Hilario Barrero pasean. Podríamos decir pues, que Barrero, en un ejercicio de humildad casi franciscana, nos propone en el título del libro hablar de Brooklyn, cuando en realidad nos habla de sí mismo. Como los magos que procuran centrar la atención del espectador en alguna triquiñuela evidente, mientras realizan todos los cambios en el resto de su parafernalia para que de repente, ¡voilà¡, misteriosamente aparezca el objeto no anunciado, así Barrero nos anuncia un diario de una ciudad, cual gacetillero neoyorquino, y nos deja caer en un excelente texto cuyo personaje central es él mismo.

En 1960, en su ensayo “Lingüística y poética”, se preguntaba Román Jakobson: “¿Qué es lo que hace que un mensaje verbal sea una obra de arte?”. Posteriormente, en 1971, Guillermo Díaz Plaza tratando de explicar qué es la prosa poética señalaba, “el mayor acontecimiento estético de nuestro tiempo es el de la creación de un lenguaje capaz de alcanzar los elementos propios del verso, la tensión y el ‘clima’ propios de la poesía” A partir de la pregunta de Jakobson y de la contestación de Díaz Plaja, aunque sigue en vigor el problema de definir teóricamente la prosa poética, al menos se nos abre un ángulo de lectura una perspectiva interesante para leer “Dirección Brooklyn” de Hilario Barrero y llegar a la conclusión de que nos encontramos delante de un texto escrito en “prosa” de un magnífico poeta.

Sin duda, el ejercicio literario que realiza Barrero es sumamente delicado, como el del equilibrista que se desliza por un cable a 100 metros de altura, realizando el triple salto sin red al final del trayecto. Barrero, teniendo a un lado, no el verso, aunque una lectura dirigida puede incluso extraerse versos pautados,
...el teatro de sus gestos se encarceló de sombra / su cuerpo se quedó inmóvil como un árbol, / atravesado por una flecha venenosa / como un pájaro con las alas de seda, / un río con las orillas llenas de ortiga, / una hoguera de cieno. (“Diario de Brooklyn”, pag.41)pero sí la poesía, y al otro lado la prosa desnuda y cuidada, se desliza suavemente, inclinándose a un lado y a otro, sin tomar pié totalmente en ninguno de los dos. Lo cual demuestra un dominio de la palabra, su música y su ritmo verdaderamente encomiable y que inevitablemente nos orienta respecto a una de sus pretensiones, posible en quien tiene un largo camino de estudio y elaboración de textos poéticos y que podemos denominar, prosa poética, con todo lo inconcreta que esta denominación mantiene.

En cualquier caso, eso sí, un espléndido libro, una obra de arte.Más acá de los ejercicios literarios de este tipo, que los modernistas de finales del XIX realizaron de prosa poética, siguiendo a los simbolistas y el impacto de Boudelaire con sus poemas en prosa donde dio ejemplo de “glorifier le cult des images, ma grand, mon unique, ma primitive passion”, el libro de Barrero está más cerca de las estampas de Gabriel Miró en su Libro de Sigüenza y su peculiar entonación poética, en palabras de Baquero Goyanes, y en otros numerosos casos, por la estructura, el simbolismo y el ritmo, de los sesenta y tres poemas en prosa de Ocnos de Cernuda, éstos escritos desde el exilio mexicano y en continuas referencias a su infancia y juventud en Sevilla y en Dirección Brooklyn, desde Nueva York en numerosos recuerdos y evocaciones del Toledo de los primeros 20 años de Barrero.

No se trata de proponer al lector que al leer “Dirección Brooklyn” entre en una convención semiótico-literaria que fuerce la lectura del texto, pero sí explorar un proyecto textual que está implícito y que asoma en ocasiones, tal vez no el primigenio, ni quizá el más fundamental, pero si una perspectiva cierta, entre otras, que ofrece una comprensión decisiva para responder a la pregunta de quien habla o construye la polifonía que es todo texto con un alto componente poético, y sobre todo desde dónde. Aquí conviene recordar que, como dice U. Eco, el escritor realiza “un complejo trabajo de manipulación de la expresión, estimulando la capacidad interpretativa del destinatario”.

Conforme vamos leyendo las anotaciones de cada día, en muchos casos pudiera dar la impresión que Barrero intenta mantener una actitud aparentemente de observador imparcial, de fotógrafo stendheliano que va anotando cuanto sucede a su alrededor, como si quisiera darnos a conocer su actual ciudad sin más, comprimiendo el sentimiento y manifestándolo únicamente cuando nos habla de una tercera persona o acontecimiento en lo que aparece como un inocente deslizamiento de un espejo, e intercalando tímidamente alguna apreciación personal. Pero como demuestra el psiconeurólogo, profesor en Harvard, Pascual Leone “El cerebro solo ve lo que busca” lo cual ciertamente nos lleva a hacer una pirueta intelectual y darle la vuelta, como a un calcetín, transformando el axioma escolástico de ver para creer por al parecer más riguroso de creer para ver. De tal modo que el lector atento observa como “Dirección Brooklyn” con frecuencia, rompe la aparente objetivación del texto que traiciona la pretensión del autor, si es que tal hubiese sido su intención. Y así, mediante este recurso, consciente o no, da igual, Barrero nos cuenta de sí mismo sus sensaciones, los sentimientos y los recuerdos que lo que observa le provoca y que considera debemos saber. Conviene tener en cuenta que todo recuerdo, en tanto que recuerdo, lo es desde el hoy que el autor vive y relata, de manera que si todos somos producto de nuestra historia inevitablemente, ésta se recuerda contextualizada y en interacción con el hoy desde el que la recordamos siempre. De aquí que probablemente dentro de un año el mismo recuerdo tendría un perfil distinto a cómo lo recordamos hoy y por consiguiente produciría un texto asimismo diferente.

En el caso de “Dirección Brooklyn”, lo que importa no es desde dónde ni con qué técnica Hilario Barrero nos está contando su vida, sino cómo. Tengo la impresión de que es ahí donde reside la importancia de Dirección de Brooklyn. Desde una deriva sociológica, aspecto no pretendido, al parecer, Barrero podría contarnos aproximadamente lo mismo viviendo en París, Roma, Madrid o Buenos Aires, ya que seguro en cualquiera de estas ciudades encontraría los mismos elementos objetivos que le provocan los estados de ánimo que, en última instancia, es el objeto del libro. En este sentido y como una lección marginal, pero no baladí que nos ofrece el libro, es que nos permite hacer una lectura atendiendo a los efectos de la globalización considerando lo mucho que se parecen los ciudadanos de estas ciudades nombradas u otras que se nos puede ocurrir. Unos comportamientos, los de los habitantes de estas metrópolis, que hace escasamente 40 años no serían tan parecidos ni previsibles. La aldea global se evidencia en su marcha inexorable.
Pudiera parecer, pues, habida cuenta de que el único sujeto claramente definido y evidente del texto es el autor, que estamos delante de una obra eminentemente lírica, pero no es así.

Hilario Barrero, comedido, entrañable e intimista pero de una intensa humanidad, desparrama su calidez por su vecindario, compañeros de trabajo, transeúntes...por dondequiera que arrastra su humanidad. Barrero que es un cuidadoso y exigente melómano, amante y buen conocedor de la ópera, continuamente nos cuenta sus asiduas asistencias a las mejores audiciones que se ofrecen en el Metropolitan Opera House. Cuando pasea por las calles de Brooklyn y observa las gentes que van y vienen, por la calle, en el metro, que vuelven cansados del trabajo o se lanzan, aún medio dormidos, al fragor de la vida diaria, se diría que preside su mirada un sentimiento agridulce de amor y tristeza, como si estuviera observando grandes coros que actúan según la partitura y el libreto de una ópera. Generalmente más cerca del Coro de los esclavos de Verdi que del coro de los peregrinos de Wagner. Un intenso y diluido sentimiento que preside la palabra de este excelente escritor y poeta que es Hilario Barrero y que forma parte del clima que nos posee desde la primera anotación en el primer día, Domingo, uno de Enero de 2006.

Dirección Brooklyn es un texto que exige varias lecturas, una primera que te engancha y te lleva, día a día, hasta el final, como si de un libro de aventuras fuera, y otra que reclama la reflexión necesaria para descubrir la vida, obras y milagros de un maestro de la palabra y del verso y solazarnos en el gozo y el placer.



J. Garés Crespo

miércoles, 10 de febrero de 2010

CON LOS SIETE SENTIDOS

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DIRECCIÓN BROOKLYN
(Diario 2006-2007)
Hilario Barrero
Editorial Universos 2009


“La vida está llena de claves que invisibles desafían al lector “inteligente”. Claves que hay que reconocer, descifrar, comprender y, sobre todo, aprender de ellas.” Así nos advierte Hilario Barrero en la cuarta entrega de sus diarios, iniciados con el siglo, y titulada Dirección Brooklyn (las anteriores fueron Las estaciones del día, De amores y temores y Días de Brooklyn). Hilario Barrero (Toledo-1948) es poeta, escritor, traductor y profesor de español en una Universidad de Nueva York, ciudad en la que reside desde hace treinta y dos años, y sabe que para descubrir, interpretar, gozar, soportar y aprehender la vida hay que emplear los cinco sentidos y alguno más. Y eso nos enseña en todos sus diarios, con una prosa empapada de poesía, azoriniana a veces, con no pocas pinceladas de sugerentes imágenes, greguerías en ocasiones, pero clara, precisa, reflexiva, serena siempre.

Ya Luis Cernuda nos había dicho que “al menos mirada y palabra hacen al poeta. Ahí tienes el trabajo que es tu ocio: quehacer de mirar y luego quehacer de esperar el advenimiento de la palabra” e Hilario Barrero mira el mundo (para dibujarlo, pintarlo –se hace pintura al mirar- y fotografiarlo también) de manera apasionada, atenta e interesada en descubrir lo que se oculta tras un cielo con camisa azul recién planchada, tras los ojos del joven que lee en el metro, tras las hojas caídas del otoño en los parques, tras su propio rostro reflejado en el espejo…… y lo hace con “una poesía visual, en donde la fe no cabe, en la que solamente la mirada poderosa del poeta observa” .

Pero vive y escribe “observando como la mañana tiene un ruido especial…. Sumergido en el ruido de la música…sintiendo el gemir de los violines, el lamento de las maderas, el vibrar de los metales……” porque otro de los motivos, de los asuntos clave, esenciales del diario, es la música, música que disfruta muy a menudo en conciertos y en la ópera…….en la calle, en la naturaleza, y… “en la sinfonía del mundo, el rumor de la vida crece fortísimo en un día como hoy. Los instrumentos se oyen claros y precisos, absolutamente sintonizados: el ladrido de un perro, el chasquido de una rama, el ruido de los cuerpos……la mirada se llena de metáforas y el oído de pentagramas.” Hilario Barrero en su diario se hace eco y nos hace partícipes de todo cuanto escucha.

Nuestro poeta pasea escuchando los olores de la ciudad y de sus parques, de primaveras siempre inéditas y otoños previsibles; y los olores también de la memoria, en su Toledo natal y familiar, evocador de su infancia y juventud, y el olor a mar y a niebla de sus muchos regresos a su casa de Asturias. Mientras echa de menos los olores que se han perdido….mientras acaricia los libros que reposan entre la ropa y que huelen a alga y a salitre…. y libros que huelen a colonia infantil, a noche cerrada, a otoño, a amores pasados… y quisiera preservar el perfume de aquel cuerpo que pasó a su lado tambaleando a la noche y lo mezcla con el perfume de otros cuerpos. Y el perfume también de esa madre enferma, que ya no conoce, y que el hijo, ya crecido, desde la distancia huele.

El olor de la comida recién hecha en las casas toledanas, de amigos de la familia, a las que muchas veces en su infancia le invitaban a cenar, le fue preparando a Hilario Barrero para la buena mesa y “cuando uno vive en “tierra extraña”, máxime si lleva casi treinta años, las cosas de España, desde el queso manchego a un cuadro de El Greco pasando por un rioja o una zarzuela, cobran, con la distancia, un sabor más fuerte, una visión más clara, una dimensión especial.” Pero buen conocedor de los restaurantes de la zona nos comenta que allí se come de todo, si vives en Brooklyn, no necesitas viajar a otros países para comer sus especialidades… desde el plato más exótico que se pueda imaginar….. a los platos que saben a lo que tu madre hacía. Y nos informa que en los últimos años la comida vegetariana es de la que más gusta.

E Hilario Barrero gusta de tocar la piel de un libro y el papel de una persona ( y viceversa), pues quien toca un libro, como es este diario, toca un hombre – ya lo dijo Witman- …y hay hombres que son como un libro abierto. Veo como su dedo corre a lo largo de un trayecto de papel. Posiblemente ese dedo ha recorrido otros caminos de piel y un hormigueo les camina por el cuerpo, por los labios, por los ojos…. y les llena de felicidad. Aunque no toda felicidad es completa, “no me podrán quita el dolorido sentir” profetizó su paisano Garcilaso, porque el tacto de sus dedos borrados de respuestas chocó contra la áspera mirada de la gente. Mas vive y toca.


Creo que fue Ángel González, otra paisano, ahora en la tierra de adopción, de Hilario Barrero, quien dijo que “la poesía surge casi siempre de la visión sorprendente de un hecho cotidiano que no tiene relieve ninguno para nosotros y que, de repente, cobra una especie de súbita iluminación que lo hace extraño, que lo hace diferente". Así podemos descubrir nítida y palpablemente en este escritor de diarios – uno de los mejores en nuestra lengua- ese sexto sentido que llamamos intuición. Intuición que es esa mirada que ve por dentro de las cosas y que le ayuda a entender que la vida de algunos es como una maleta llena de cosas que no se puede cerrar: inservible; y que lo que la vejez le roba de agilidad al cuerpo se la da a la experiencia…y muchas otras sabidurías que quien leyere este libro podrá intuir.

Aún nos queda el séptimo, el más importante, el amor. (“Si no tengo amor nada soy”).El amor es quien potencia, y anula en ocasiones, todos los sentidos anteriores. (Manhattan es un capítulo de una larga historia de amor para esa pareja que, sentados en una plaza, no ven pasar la gente, no oyen el ruido, no sienten la velocidad, como no sea la de su corazón.) Y esto es lo más señero del libro, su clave fundamental, el amor en sus múltiples facetas: a la madre, al compañero, al amigo, al vecino, al arte, a la poesía, a la naturaleza…… aunque todo amor suponga muchas renuncias, muchas pérdidas, es mejor haber amado y haber perdido que no haber sentido nunca el amor.

Y así se va haciendo el diario, la vida, de Hilario Barrero, pero sabiendo que este diario no es otra cosa que un intento de fijar lo fugitivo, sabiendo que este material es perecedero. Que todo se acaba. La preocupación por el paso del tiempo es un tema repetidamente recurrente en la obra del escritor toledano: “¡Con qué facilidad la vida pasa, cómo seca el perfume de un cuerpo, cómo borra el brillo de unos ojos, cómo vacía de sonido los recuerdos y extrae la fuerza de aquellas que fueron dichas para siempre!” Si, si , si,.. “Si, un diario fija la mirada de un perro…..este atardecer….la lectura de unos versos….. el olor intenso, embriagador y gratificante de un árbol lleno de lluvia…fija la llamada diaria de la amiga vieja y solitaria…… Fija sobre todo la fugacidad del verano, la prisa de la vida, la llegada de la muerte. Detiene la vida que pasa con hojas de papel que se ha de llevar el viento y la fija para que luego el tiempo lo borre todo.” Ninguna manera mejor hay para decirlo que con las palabras del propio autor, ninguna manera mejor para decir lo que importa, que con las palabras de los grandes autores que nos precedieron y que vivieron muchas veces en la sombra, paciente y solitaria, dedicados a garabatear papeles, como estos de Hilario, para que la sombra que les acompañó en vida se convierte en luz clara.

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viernes, 8 de enero de 2010

MATERIAL DE DERRIBO de José Garés Crespo

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Todos los poetas trabajamos con materiales recogidos de nuestra abundante y generosa tradición literaria, y con ellos nos construimos una vida y un ser renovados en cada relectura, y así nos lo demuestra sin disimulo y con orgullo, José Garés Crespo en su último libro Material de derribo. El poeta fue un activo luchador antifranquista que compartió en su juventud la actividad política con el cultivo de la literatura y el desarrollo de una intensa vida cultural en la que fundó la revista de poesía “Grama”. En su madurez la política ocupó todo su tiempo y durante doce años fue diputado socialista. A partir de 1997 vuelve a reencontrarse con su gran amor, la poesía. Y fruto de este reencuentro es este libro, recopilación antológica de su creatividad en los últimos años, pues “con el otoño llega el tiempo/ de ordenar los vacíos y la palabra.”

Material de derribo es, de alguna manera, la crónica, el relato, la pintura y la sinfonía de múltiples fracasos. Fracasos políticos, sociales, amorosos, sentimentales, vitales y literarios. “… en los escombros y en el silencio/ medra el desengaño…” y ya sabemos que el desengaño es la traducción dulce de la palabra fracaso, del cual nadie se debe extrañar o escandalizar pues, como nos advirtió Unamuno, “… al fin toda vida es un fracaso”.

José Garés nos recuerda aquí, con algunas tristezas y amarguras, la historia de su generación “…hemos crecido de la mano de la utopía y de la nada.” y “siempre creímos que habíamos ganado/ la batalla de qué era la verdad,..” pero es de justicia reconocer que nuestro autor se excede en la hipérbole literaria a la hora de transmitirnos su queja, pues si bien no se alcanzaron los objetivos utópicos soñados, si que él y las personas que trabajaron y lucharon en su tiempo, en un lado como en otro, nos han legado un mundo mejor que el que recibieron. “Un día dejamos la metafísica,/ los colores y el versículo/ y envueltos con la verdad de la calle,/ nos sumamos a un largo camino que venía de lejos.” y “hubo que vivir con el alma puesta,/ gatear por los besos, beber llantos,/ mirar al horizonte, trufar risas,/ confundirnos con el paisaje gris.” Poesía generosa, de lucha y compromiso, la que por estas páginas profusa se derrama. “Tal vez no supimos que lo necesario/ no era lo conveniente, y tan sólo fuimos/ héroes inadvertidos,…”, generación idealista y soñadora que sin embargo constata amargamente que “vivíamos envueltos por masas grises, uniformes, indiferentes.” y que al final “no hubo que bajar banderas, las mató el tiempo.” Pero no se dejaron aplanar por el desánimo “… y con los restos/ de nuestra vida, volvimos a empezar””… porque ninguna tumba es estéril”. La esperanza al fin hace su camino.


Material de derribo es sobre todo un libro tocado por la luz del amor, que es una de las fuentes fundamentales en las que bebe la buena poesía de siempre. Sus poemas están inspirados, sugeridos, vividos al lado, con y para esa “alfarera de sueños y esperanzas…” que representa la amada y a la que Garés canta con pasión de Eros desbordado en muchos de sus versos. Un amor individualizado y originalmente suyo, recreado con el sentimiento y la palabra. “Y te amo porque miro donde todos miran/ y veo lo que nadie ve.” Pero también el amor sufre los avatares del paso del tiempo y cambia y se hace otro y vive nuevas vidas, tras los años… “sin embargo, tu mirada era distinta, / tu voz diferente, tu sonrisa lejana/ y tus manos, que tanto amé, estaban frías.”“… es algo así/ como cuando, después de mil noches, te pregunta/ tu amado, quien eres y te sorprende no saberlo.”


El testimonio de una vida, el compromiso y la lucha política, los trabajos por un mundo mejor, “alargábamos el tiempo/ esperando un instante de belleza”, las heridas que dejan las tormentas de la edad al pasar, el amor con sus placeres y sus sinsabores, todo es redescubierto y cantado por José Garés con estos materiales vivos de la palabra, de la poesía, “… la palabra que te elige, que te crea,/ que nos abre escenarios,…” Las palabras, intuidas, escuchadas, leídas, escritas, proclamadas a los cuatro vientos, por infinidad de poetas a lo largo de la historia son su y nuestro alimento, aquello que le da y nos da, savia y sangre, que le hace y nos hace, crecer en el espíritu. “…y así, una palabra que me sugiere otra,/ que me abre, cierra, revuelve caminos/ por los que ando, navego, me pierdo,/ hasta llegar a mí de nuevo, recién nacido.” Y también la palabra envejece, se carga de callos y arrugas, acusa la erosión y los golpes de un destino que le muestra sus límites“… pero tu palabra llegó brisa/ y amaneció viento huyendo,…” Mas no le rinde el saberse imperfecto, la incapacidad de su palabra, de toda palabra, para expresar lo más profundo que llevamos dentro y sigue en su idilio con la poesía, experimentando nuevos caminos con los que nombrarse a sí mismo y al mundo…“fermentaba la flor,/ dormía la semilla y seguíamos/ esperando el canto del gallo.”

La poesía de José Garés es intensa y extraña, difícil en ocasiones pero con mucho sentido al margen del significado, deslumbrante y rica en imágenes, que aúna tradición y modernidad en su irrefrenable deseo de decir hasta la indecible. Quizás deba limar el poeta algunos excesos culturalistas que, en nuestra opinión y gusto, despistan más que aclaran a un lector no avisado… Pero es lo de menos, con la lectura de Material de derribo hemos vivido la historia de un poeta con alma y con él en adelante “… y como el pájaro que amanece, esperamos la luz para cantar.”


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