jueves, 22 de julio de 2010

HILARIO BARRERO Y LA MUERTE ACECHANTE EN NUEVA YORK por ONEIDA M. SÁNCHEZ

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En el título de esta ponencia se unen los dos vectores que definen la dirección y el sentido que forman el mundo poético de Hilario Barrero: el espacio emocional y el físico. Para Barrero, no importa el tema, la mortalidad del ser humano es el hilo que une e iguala a todos los seres vivos. Con la ecuación vida-muerte siempre presente su ciudad adoptiva, Nueva York, se convierte en el medio para comunicar esta verdad existencial que aunque no queramos enfrentarla es una realidad siempre vigente.

Según nos dice el poeta en su artículo “Un sueño de ruinas y de ortigas:” “En Nueva York todo es posible”, “Manhattan es la isla que nunca duerme”, “Pero Nueva York es también Brooklyn donde la ciudad duerme al filo de la madrugada entre las grises losas de pizarra de las aceras, o en el lujoso cementerio de Green-Wood.”

Es en este mundo alucinante y cotidiano a la vez donde el estado mental y la postura espiritual del poeta producen sus poemas. En algunos, Nueva York está implícito, sus habitantes son motivo poético; en otros, la ciudad es fondo o es la inspiración del poema. La muerte compañera constante.

Al primer grupo pertenecen “Seize el día” y “Subjuntivo” poemas inspirados por los alumnos de BMCC, donde Barrero lleva a cabo su labor docente. El espacio vital limitado por el nacimiento y la muerte se desarrolla en “Seize el día.” Usando el sonoro “espanglish” en la primera estrofa, el poeta nos muestra la alegría despreocupada de la juventud:

Todos vienen del ghetto,
admiran a Selena
quieren sacarse el Lotto,
son pesadas sus sombras,
grises sus biografías,
visten de polyester con ropa made in China,
pies ligeros de Adidas
y sonríen con dientes en andamios
granos en sus mejillas
grasa sobre su frente.


Continua, el resto del poema, en español castizo, medita, en la segunda estrofa como la promesa de vida va de la mano de esa alegre despreocupación que caracteriza a la juventud. Prosigue reflexionando sobre el irremediable paso del tiempo que en el futuro llevará a estos jóvenes hacia la decrepitud senil. Termina con el contraste entre la juventud y la vejez dos puntos distantes pero inexorables en el camino de la vida hacia la muerte. Lo mismo sucede con el poema “Subjuntivo.” La ansiedad de vida de sus alumnos lleva al poeta a meditar sobre el paso de la vida y a recordar su impaciencia en su juventud:

Pero hoy tienen prisa, como la tuve yo,
por salir a la noche, por disfrutar la vida,
por conocer el rostro de la muerte.


Su vecina Mrs. McLaughlin le inspira tres poemas que muestran las tres etapas de la vida: el pasado activo, el presente decrépito y la visita esperada/inesperada de la muerte. En “La Brigadista” la metáfora inicial de la primera estrofa une el pasado y el presente. El primero surge en el espejo de su activismo político actual que es estar contra todo:

A los ochenta y siete salió en The New York Times
siendo arrestada al protestar
por una de las guerra del Sr. Bush.
Una fotografía que la hizo feliz
y que envió con orgullo a sus amigos.
Su cuerpo es un graffiti que camina:
lazos negros, azules, amarillos…
una gorra por una pacifista
encarcelada en una isla del Pacífico
insignias por la paz, por focas maltratadas,
tigres en extinción, lesbianas transformistas,
por total amnistía, por un mundo más verde,
una bufanda roja por un oscuro político de izquierdas…


pero que en realidad refleja su soledad existencial en una vida que con tanta preocupación social ha resultado yerma y vacía.

Este desierto espiritual se manifiesta en “Early Sunday Morning” cuando los tres símbolos de la incomunicación: el gato, el licor y la lectura junto a la hora, siete menos cuarto de la mañana, y el día, domingo, forman el cuadro desolador que es la vida de esta anciana. Ambiente que el poeta acentúa al precederlo con la descripción de un bello amanecer que recuerda a un cuadro de Edward Hopper, a quien está dedicado el poema. Finalmente, el poema “Mrs. McLaughlin” presenta el momento final. El lenguaje lleno de imágenes unidas sólo por la coma recrea el ambiente de premura y confusión de los primeros momentos al descubrir la muerte. En seguida, en un solo verso la inmensidad de la soledad del acto de morir: “Se murió sin nadie aquella noche.” Después el recuerdo frágil modo de trascender:

Con una letra de colegio de monjas
su nombre de tinta verde se desvanece
en el libro de Irlanda que nunca devolví
y que ahora contemplo como quien mira a un muerto.


El poema “Un Día” es el compendio de la sencillez de la vida cotidiana, universalizada en la persona del autor:

Aquí estoy, profesor
de básico castellano
en la ciudad de Niuyork.
Ya no sé si toledano,
español o americano,
con tanto tiempo vivido
y tanto tiempo perdido
entre moros y cristianos.


quien en su indeterminada identidad capta primero el alma del “newyorquino” y segundo la esencia del ser humano en general. La vida cotidiana con sus rutinas y sus peligros, que hace al poeta meditar sobre el paso por la vida que se va en ese diario vivir que es fútil y ordinario, pero que cada día nos acerca al inevitable final: “Nacer, crecer y morir- y encontrarnos con la muerte- que nos sale a recibir.”

Al igual que los poemas anteriores, aquéllos en que Nueva York aparece como trasfondo o como parte íntegra del poema también muestran al ser humano a la merced de la inseguridad de su existencia.

El poema “Seventh Avenue corner Berkeley Street” ofrece esta contradicción de la impotencia del ser humano ante las fuerzas misteriosas que rigen su trance vital. La visión inicial de un joven esperando por el ser amado presagia la vida. Además, el joven está rodeado por símbolos de la misma: flores, luz, árbol. La mañana símbolo clásico del nacimiento es doblemente alegre pues es: “la gloriosa mañana de domingo”.

Los tulipanes son rojos, color de la sangre, que es la vida misma. La luz es de Hopper, referencia a las escenas cotidianas pintadas por dicho autor, pero al mismo tiempo es una referencia a la luz en movimiento que también es señal de vida. La simbología de vida en potencia se triplica en “el cerezo en flor”.
Primero por ser árbol. Segundo porque la flor es, al mismo tiempo, vida en sí misma y presagio del fruto. Además en este caso, el árbol florecido es parte de una casa; es decir, pertenece a la estructura física donde reside la familia. Unidad social que crea y protege la vida.

En este ambiente de esperanza el joven espera: “con un ramo de flores amarillas” con el que entra la presencia de la muerte en el poema. Estas flores, aunque vivas todavía, al ser cortadas para hacer el ramo han perdido su potencialidad de vida; por otra parte, el color amarillo trae a la mente la señal de enfermedad, de epidemia; y en las culturas indígenas mesoamericanas, la flor amarilla es símbolo de muerte. De allí que la imagen final esté cargada de pesadumbre y no de esperanza:

Un nuevo amor que nace tan temprano
y en domingo debería gozar
de una luz avanzada y larga vida
y no morir al mismo tiempo que las flores.


Al igual que el poema anterior, “Carrozas” presenta el contraste entre la vida y la muerte. Tomando como trasfondo el mar humano que se pasea en la famosa Quinta Avenida de Nueva York, el poeta contrapone la vida a la muerte a través de la apariencia física de unos y otros. En este camino implacable hacia la muerte ni siquiera el amor es capaz de vencer a la muerte:

Viéndoles desfilar, cercano a tu frontera,
nombrando aquel verano en que nos conocimos,
mi sangre negativa se calcina, amenazada,
sintiendo a la Guadaña que, arañando mi cuello
con su incesante herida, nos recuerda
que para algunos éste será el último desfile.


Antes de analizar el poema “Easter Sunday en Green Wood” hay que señalar que Green Wood fue el primer cementerio panorámico de la ciudad de Nueva York; además, fue la inspiración para construir el Central Park, por lo que este bello lugar de Brooklyn ha llevado desde su fundación la realidad de la convivencia entre la vida y la muerte. Es ante esta realidad que el autor al estar presente en este cementerio en un Domingo de Resurrección, día en que en la cristiandad la vida vence a la muerte, nos muestra una naturaleza desesperanzada: “La mañana amanece embalsamada,/ arropada en el sucio sudario del invierno.”

Como vemos, es la mañana símbolo del renacer ya vencida por la muerte simbolizada por el invierno quien a su vez provee los ritos funerales. En este ambiente lúgubre florece el amor, que se vuelve un bálsamo ante la realidad mortal del poeta, pero no su salvación:

Imposible vivir sin tu mirada
y sin la tiranía de la voz de tu cuerpo que me obliga
a seguirte obediente hasta el sepulcro de tu hoguera.
Saber que eres mi tierra y mi mortaja,
poseer un aliento de almohada
donde dormir por siempre y a tu lado
es todo lo que pido y necesito.


El poema “Sábado santo en Prospect Park”, se divide en tres partes; la primera y la última corresponden a las unidades exponente y condensante respectivamente y están formadas por dos versos cada una aunque no están gráficamente definidas. El título, día antes de la resurrección de la humanidad a la vida eterna, junto con el primer verso: “Posiblemente Dios ha muerto,”
establece la incertidumbre que el hombre siente ante todas sus creaciones, incluso and sus creencias religiosas; además introduce la omnipresencia de la muerte.

El uso del lenguaje común en el título y en los dos versos iniciales preparan el camino para la combinación de imágenes y metáforas en la unidad analizante. El segundo verso del poema y primero de esta unidad: “pero en el parque este sábado santo” une estas dos unidades. Primero, el uso de la conjunción adversativa “pero”, que indica oposición, establece el puente entre los dos componentes del binomio vida/muerte; que en este caso se presenta como muerte/vida. Además, proporciona la continuación del pensamiento que comienza gramaticalmente en el verso uno y termina en el cuarto:

Posiblemente Dios ha muerto,
pero en el parque este sábado santo,
después de la batalla del invierno,
en la hierba de abril un torso resucita.


El poeta continua creando imágenes en las que un elemento de la naturaleza introduce una parte del cuerpo humano; enumeración que lleva al oxímoron que ocupa el verso 11 en esticomitia y que junto al lenguaje común del verso 10 exponen la intensidad de la pasión carnal sentida por el hablante: “y mi mirada asedia su belleza:/ yacente cristo de encendido mármol”. Al escribir Cristo con minúscula, el poeta humaniza la figura divina con lo que realza aún más la condición natural de su frenesí.

La segunda estrofa se divide en dos partes simétricas complementarias. La anáfora de la conjunción copulativa “ni” enlaza las cuatro imágenes que forman la enumeración que apoya la afirmación del verso 16: “me enseñan el momento, lo frágil de la vida.” Así mismo, las imágenes de los versos 17 al 20 enumeran los elementos de afirmación vital que llevan a la aseveración en el 21: “la razón del vivir, la respuesta de la muerte.”

En la tercera estrofa el hablante se dirige al sujeto de su admiración y lo incita a abandonarse a la pasión carnal. En los cuatro versos iniciales, el autor crea una serie de metáforas en las que parea símbolos de muerte: invierno, hielo, alquitrán, hoguera, con verbos que aluden a la pasión erótica: deslice, desnúdate, entrégate, con esto logra recrear la coexistencia de estos dos elementos contradictorios y complementarios en la naturaleza y en la realidad vital del ser humano. Por una parte, la cópula, al crear vida, produce muerte. Por otra, el coito por su naturaleza de coadunación puede ser vehículo de transmisión de muerte por sí mismo. En los versos 5 y 6 la ecuación imaginativa pasa a ser imagen, el poeta cambia los elementos de muerte por símbolos de vida: césped, luz y los verbos de función erótica en nombres de referencia mortal: muerte y sepultura: “presta al césped tu muerte/ y mide con tu luz su sepultura.”

Finaliza el poema invirtiendo el orden temático de la unidad inicial. La incertidumbre que el poder de la muerte expresa en el primer verso del poema se agudiza al comenzar la unidad final. El “Posiblemente Dios ha muerto” se convierte en “Si Dios murió en un viernes”.
El cambio de “posiblemente,” que posee vestigio positivo de hacedero, da paso a la incertidumbre implícita por el uso de la conjunción “si”, duda que se refuerza con el artículo indeterminado “un”. A esta inseguridad, el poeta contrapone la certeza de la realidad “tú estás aquí…” y completa el pensamiento “en sábado de gloria”. Al revertir el “Sábado santo…” del título del poema a su forma antigua de sábado de gloria, el poeta aleja la implicación de recogimiento y muerte que tiene la denominación actual de este día de observación religiosa. Además, incorpora la idea de alegría y goce por haber alcanzado el cielo que tiene el nombre original y al darle exclusividad individual lo transforma en reafirmación de la vida.

Como ya se ha dicho al principio, en la poesía de Hilario Barrero, el espacio real, en este caso Nueva York, provee el medio que hace posible mostrar la gama de sentimientos negativos y positivos que experimenta el ser humano. Para ello el poeta crea, según sus propias palabras, un lenguaje en:

“Que cada palabra no escrita se lea, que cada silencio se oiga, que cada ausencia se presienta, que lo oscuro tenga luz y que no falta ni sobra nada, que agobien las imágenes pero que no traicionen.”



Oneida M. Sánchez

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